El descifrador de sentencias

Una comisión de expertos en temas lingüísticos se está dedicando a buscar la forma de que las comunicaciones escritas de los organismos judiciales dejen de ser prácticamente incomprensibles para el común de los mortales. O sea, que del “Así por esta nuestra Sentencia, de la que se unirá certificación al rollo de su razón, lo pronunciamos, mandamos y firmamos” podríamos pasar al ‘queda archivada, firmada y punto’.

Pues vaya chasco, porque yo siempre estuve convencida de que llegaría el día en el que a algún listo se le ocurriría la brillante idea de crear una profesión nueva derivada del Derecho; la de descifrador de sentencias. Porque si ya necesitamos un procurador que haga de puente entre los juzgados y los abogados –hay quien los llama los correveidiles de la Justicia– ¿por qué no un descodificador que se dedique exclusivamente a explicar a los ciudadanos qué demonios quiere decir el juez y que aumente así, de paso, la minuta? Qué oportunidad perdida para buscar salida a los miles de licenciados que salen de las universidades de Derecho…

Bromas aparte, acabar con las florituras ceremoniales es un gran comienzo para acercar la Justicia a los ciudadanos, que es lo que quiere, en definitiva, el Ministerio de Justicia con su Plan de Transparencia. Y lo que se va a ahorrar en papel, lo van a agradecer los bosques, porque los jueces son los mayores expertos –además de algún pseudoperiodista especializado en secciones culturales– en usar el mayor número de palabras y circunloquios posibles para referirse a algo que se puede resumir en un ‘qué bonito es el mar Mediterráneo’. Por ejemplo.

Pero no sé yo, sin embargo, si a los jueces les va a hacer mucha gracia que reduzcan su jurisdicción sobre la floritura, porque, a fin de cuentas, esa es su fórmula ceremonial para establecer distancias y dar al populacho la falsa sensación de que su capacidad para decidir el destino de los otros tiene algo de licencia divina. Por la gracia de Dios.

Es, simbólicamente, como las togas negras o como las pelucas blancas y rizadas de la parafernalia judicial anglosajona; parte de la puesta en escena para identificar al grupo de los poderosos. Así tiene algo de misterioso o de místico, como si se necesitara a Merlín el Mago para descifrar un códice.

Y yo que ya había aprendido a descifrar papelajos judiciales… Es más, confieso que siempre me ha divertido mucho leer, analizar e interpretar sentencias. He pasado tantas horas con ello que ahora temo que me voy a aburrir soberanamente si me quitan el ‘a mayor abundamiento’, el ‘del que es responsable en concepto de autor’, el ‘factum’, el ‘no es ocioso recordar’ o aquello de ‘los efectos enervatorios de la presunción de inocencia’. Ahora que ya me había hecho al barroquismo…

Lo cierto es que, recordando tantas sentencias, creo que lo primero que debería hacerse para que los papeles fueran inteligibles es enseñar a puntuar a jueces y sus secretarios, porque si intentas leer tal cual sus interminables frases puedes acabar asfixiado, además de no entender ni jota…

En fin, siempre nos quedarán los términos técnicos, porque una cosa es  hablar en cristiano y la otra pretender popularizar algo que es un lenguaje específico del sector. Siempre nos quedará la alevosía.

Acerca de territoriocat

Cristina Amanda Tur (CAT). Licenciada en Ciencias de la Información y diplomada en Criminología Superior. Compagino periodismo y criminología con la novela policíaca. En periodismo, he pasado de la sección de sucesos (sin abandonarla completamente) a realizar un periodismo divulgaltivo, de temas científicos y sobre el patrimonio natural, histórico, arqueológico y cultural de las islas, con especial atención a la divulgación del patrimonio natural. He publicado una decena de libros. Entre ellos 'El hombre de paja. El crimen de Benimussa', dedicado al cuádruple asesinato que tuvo lugar en Ibiza en 1989, en un ajuste de cuentas del cartel de Medellín.
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Una respuesta a El descifrador de sentencias

  1. Mustelus dijo:

    «es un gran comienzo para acercar la Justicia a los ciudadanos»… ya era hora!!!

    Estoy convencido que hablando en «cristiano», será más difícil para algunos jueces argumentar sus sentencias.

    De todas formas, no entiendo para qué se tiene que emplear en este tema a una comisión de expertos lingüísticos, cuando de lo que se trata es de comunicarse con un lenguaje sencillo y comprensible para todos.

    Saludos…

    Me gusta tu blog!

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